Es una idea que siempre está latente en el imaginario social, especialmente en los jóvenes por diversos motivos. Abandonar el país en busca de nuevas experiencias y horizontes laborales no es necesariamente una moda, sino un impulso que cosecha una mayor cantidad de adeptos en determinados momentos, cuando sienten nuestro país no es capaz de brindarles las posibilidades o los espacios para su realización personal. En la edición del sábado, dedicamos un amplio espacio a este asunto. Según el informe de Reale Dallatorre Consultores, agencia contratada por LA GACETA, un 44% de los tucumanos emigraría a otro país si tuviesen la oportunidad.
La franja de los menores de 30 años refleja la preocupación por el horizonte laboral y profesional, la recesión, la inflación y la seguridad. “Me fui porque sentía que Argentina iba en decadencia. Quería vivir sola y experimentar cosas nuevas”, expresó una ex estudiante de Agronomía. Sin embargo, emigrar plantea nuevos desafíos, como lo señala un joven que eligió Suecia para vivir y trabajar. “Si uno decide irse se va a tener que preparar para enfrentarse a una sociedad que funciona en muchos casos de formas diferente con respecto a cultura, idioma, costumbre, leyes, políticas económicas, entre otras cosas. También es probable que tus amigos y familiares no estén cerca para ayudarte o salir a tomar un café. Irse significa empezar de cero en un lugar nuevo. Es un salto bastante grande que requiere de cada persona reflexionar y pensar qué significa marcharse y dejar atrás amigos, familia y muchas de las cosas a las que uno está acostumbrado”, afirma. De acuerdo con el relevamiento, aquellos que tienen el deseo de abandonar el país tienen un nivel educativo medio y alto. Aunque hay jóvenes que aceptan el reto para realizar trabajos no calificados en otras latitudes. Según la psicóloga social, las condiciones internas del país son muy complicadas para crecer. “Entonces, aparece una oferta de migración en función de que somos un país dependiente. O sea, las invitaciones a los países centrales dicen que los jóvenes argentinos podrán hacer una vida mejor”, señala. Mientras que un docente de Sociología afirma que el que se va lo hace por una cuestión política o económica, porque la situación del país de origen es sombría y genera desazón. “Si un país ofrece otro panorama social, entonces es probable, por ejemplo, que un joven profesional acepte trabajar de mozo mientras obtenga mayor libertad y seguridad”, dice. Este deseo de emigrar hacia otros lares refleja la incapacidad del Estado para contener, especialmente a los jóvenes, a través de políticas públicas que tiendan a generar empleos dignos. ¿Qué posibilidades pueden tener los profesionales recién graduados de realizarse en un país sumido en crisis económica y social de larga data? Desde hace años, una buena parte de la clase dirigente está más preocupada atornillarse al poder, que en atender con seriedad los problemas de la sociedad buscando soluciones duraderas. Generalmente, se trabaja en las situaciones coyunturales y no en la construcción del futuro. Con salarios históricamente deprimidos y escasez de posibilidades para crecer profesionalmente, muchos orientan la brújula hacia el exterior, y si les va mal, tienen el recurso de regresar. Los gobernantes deberían preguntarse con responsabilidad qué es lo que están haciendo mal o no están haciendo para que un 44% de tucumanos tenga anhelo de expatriarse.